Siempre improvisando, esta semana el presidente siguió su inclinación de hacer las cosas solo y lo hizo en grande: primero, impuso aranceles de gran extensión pese a la oposición de sus aliados extranjeros y de su propio partido, y horas después anunció que se reuniría con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
La decisión del encuentro con Kim ocurrió después de una reunión con una delegación surcoreana y tomó por sorpresa a algunos de sus colaboradores más estrechos.
Trump se ha considerado su mejor asesor desde hace mucho tiempo. En la campaña presidencial dijo: "Estoy hablando conmigo mismo, primero que nada, porque yo tengo un buen cerebro y he dicho muchas cosas".
El presidente dijo recientemente a sus confidentes que él quiere depender menos de su personal, porque cree que muchas veces le dan mala asesoría, y que planea seguir sus propios instintos, a los que les atribuye el triunfo de su elección, de acuerdo con dos personas que pidieron el anonimato porque no estaban autorizadas para hablar sobre conversaciones privadas.
Las últimas decisiones unilaterales de Trump ocurren en un momento de vulnerabilidad para él. Altos funcionarios de su gobierno se van, la investigación sobre Rusia sigue de mal agüero y Trump está enfrentando preguntas sobre una demanda presentada por una actriz pornográfica que alega que su aventura con el presidente fue barrida debajo de la alfombra.
La Casa Blanca arremetió contra la noción de que la decisión de Trump de reunirse con Kim Jong-un fue tomada rápidamente. La portavoz Sarah Huckabee Sanders dijo: "Esto ha sido parte de una campaña continua que comenzó hace más de un año".
La asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway dijo que Trump escucha consejos con "diferentes puntos de vista", pero agregó que "él sabe que su nombre fue el que estuvo en la papeleta electoral y él controla el ritmo, contenido y tono".